De tuberculosis, mohos y tragos en Comodoro. La penicilina da para todo, o casi
La Chica que
Hace Tragos
La vieja de
historia
Pocos años atrás nació un nuevo clásico de la coctelería. Comparado con otros clásicos, hablamos de un contemporáneo, creado apenas en el año 2005. Se llama "Penicillin" y no es casual que su nombre sea, en inglés, el mismo que el “antídoto” para la tuberculosis y otras tantas afecciones de las que hoy hablaremos.
¿Conocemos algunos cócteles clásicos, no? Por ejemplo el Negroni creado hace 101 años; el Manhattan que data de mediados del 1800; quizás también el Dry Martini conocido por ser el cóctel favorito del Agente 007.
¿Conocemos algunos cócteles clásicos, no? Por ejemplo el Negroni creado hace 101 años; el Manhattan que data de mediados del 1800; quizás también el Dry Martini conocido por ser el cóctel favorito del Agente 007.
"Penicillin". ©La Chica que hace Tragos |
"Penicillin" una versión de cuarentena
del cóctel creado en Nueva York por Sam Ross.
Una vez más, encontramos que este cóctel, como en otros, nada es casual. Su nombre y sus ingredientes tienen una relación de principio a fin.
El actor
principal es el whisky escocés, misma nacionalidad que el creador de la
penicilina, Alexander Fleming y el resto de los ingredientes completamente
medicinales: miel, limón y jengibre, crean al clásico del Siglo
XXI.
-2 oz de whisky escocés
-3/4 oz
jugo de limón
-3/4 oz
almíbar de miel
-2
rodajas de jengibre peladas y cortadas en finas, como una moneda.
-Unas
gotas de whisky de malta ahumado*.
-Hielo
*Si
no tenemos estos dos tipos de whisky, podemos usar un escocés y le damos un
toque de humo ahumando el vaso en el que lo tomamos. De esta forma será mi
versión de Penicillin.
En una madera o piedra, quemamos un poco de romero seco y encima colocamos una vaso corto para ahumarlo.
En la
coctelera colocamos el whisky escocés, el jugo de limón, el almíbar y las dos
monedas de jengibre y con un mortero aplastamos el jengibre para extraer su
sabor y aroma.
Agregamos
unos hielos y agitamos enérgicamente por 10 segundos.
Damos
vuelta nuestro vaso que estaba ahumándose, colocamos hielo y servimos la
preparación colando los ingredientes con un colador fino.
Decoramos
con limón y/o jengibre, en ambos casos cortados finos para no invadir los
aromas del cóctel.
¡Salud!
¡Serendipia!
¿Por qué
hablabámos de la tuberculosis y la penicilina en el título?
Porque
entre las enfermedades infectocontagiosas que afectaban a la población de la
ciudad en sus primeras décadas de vida, la tuberculosis era
una de las más frecuentes. Se la denominaba “afección pulmonar severa” más que
como tuberculosis, al menos eso vimos en los documentos históricos municipales.
La tuberculosis incluso trajo algunos
tironeos el municipio y las compañías petroleras.
Dice la vieja de historia que vayamos un poco más despacio, que primero tenemos que aclarar que la tuberculosis no podía curarse hasta que Alexander Fleming descubrió por azar, y ojo clínico como ya hemos dicho en otros posteos, a la penicilina. Pese a que el bacilo causante, el bacilo de Koch, ya había sido descubierto por Robert Koch, en 1882.
El bacteriólogo escosés y Premio Nobel Sir Alexander Fleming fue quien, de casualidad, como muchos otros descubrimientos que marcaron un antes y un después en nuestra historia, en 1928 encontró que en sus placas de estudio estaban crecieron cultivos de bacterias poco comunes, algo así como un "moho", que resultó ser un hongo. Pura serendipia.
Este hongo terminó identificándose como Penicillium chrysogenum, de ahí el nombre de Penicilina. Microbiólogas de la Universidad de nuestra ciudad, nos cuentan que muchos de los mohos del Género Penicillium, están en contacto directo con nuestra vida cotidiana, ya que son los colonizadores de esas frutas que nos olvidamos en el fondo del cajón de la heladera, o en todos esos alimentos que tienen la humedad suficiente para que este Género despliegue su característica textura y tonos verdes azulados. También son los que nos permiten disfrutar de quesos tan ricos como el Roquefort, el queso Brie, el Stilton, entre otros. Las chicas nos invitan a reflexionar sobre un mundo quizás desconocido, o ya prejuzgado, sobre pequeños microorganismos que muchas veces han intervenido en nuestra historia dando grandes beneficios a nuestra humanidad.
Nuestro amigo Alexander, envió el nuevo medicamento a los frentes de batalla en la Segunda
Guerra Mundial… mejor veamos este video:
Historia de la Ciencia: ¿Cómo funciona la penicilina? Canal PUCP,
Youtube
Volvemos
a Comodoro en la primera mitad del siglo XX. Recién en octubre de 1938 la
ciudad contó con un pabellón para enfermos infecto-contagiosos. ¿Cómo se
asistía a las personas enfermas antes de tenerlo? Se recurría a las empresas
petroleras para internarlos o bien se los enviaba a Bs. As. Recordemos que no
contábamos aún con la penicilina. Ni vacuna BCG accesible.
El peso
de las enfermedades pulmonares quedaba evidenciado en las historias clínicas
del Hospital Alvear, en aquel momento perteneciente a Y.P.F., cuyas partes
impresas contaban con el dibujo de
los pulmones para señalar las lesiones que pudieran tener.
Hospital
Alvear, Comodoro Rivadavia. Historias Clínicas. Legajo 20009. Foja del año
1943. |
Dice la
Vieja de Historia que nos estamos olvidando de los tironeos de los que hablamos
hace un momento entre el municipio de la ciudad y las compañías petroleras.
Ocurría que los casos graves de afecciones pulmonares que no podían ser
atendidos localmente eran enviados a Bs. As. Pero en 1937 la petrolera estatal
informó al municipio que “Se ha dejado establecido
que los pedidos que formule esta Municipalidad para esta clase de pasajes, deberán
venir con la declaración expresa o la constancia de que son pobres de
solemnidad y enfermos no contagiosos y hábiles para viajar y desembarcar por sí
solos”. ”
(Archivo Histórico de Comodoro Rivadavia, Expediente 892/Y – 1937).
La ciudad
volvió a la carga unos años más tarde, pese a ya tener el pabellón para
enfermedades infecto-contagiosas. Solicitó al interventor de Y.P.F., el Ing.
Raventos, que
“…en el mismo
carácter que esta Municipalidad dispone de pasajes para indeseables y pobres de
solemnidad, que permita poder embarcar a los enfermos infecciosos, dado que en
muchas oportunidades se presentan a esta Municipalidad para trasladarse a la
Capital Federal en procura de curación. Se basa este pedido Sr. Administrador en
conocimiento de que esa Administración cuenta con un buque especial a tal
efecto....”. (Archivo
Histórico de Comodoro Rivadavia, Expediente 353/Y – 1940).
Y así Y.P.F. permitió nuevamente el traslado de las
personas enfermas en sus buques. El miedo al contagio siempre estuvo
presente y a quienes padecían estas enfermedades se los quería excluir como a
los indeseables (estos eran por motivos políticos) y los pobres que migraban en
busca de otros oportunidades. Los que potencialmente podían causar problemas o
erogaciones, cuanto más lejos, mejor. Por supuesto como señalan los
historiadores, además se trataba del miedo a perder trabajadores si estos se
enfermaban. Pero también ese MIEDO, en última instancia también nos muestra el
miedo a la muerte y la noción de la fragilidad de la vida. Como hoy, en tiempos
de coronavirus.
Para
profundizar un poco, un extracto de una entrevista al Director del Hospital
Muñiz de Bs. As, Dr. Pablo González Montaner, realizada por el periodista Carlos
Pagni, en el contexto del covid-19:
Entrevista emitida en Canal La Nación+ el 20-4-20.
Cuanto aprendo con la vieja de historia y con la chica que hace tragos.Las quiero mucho
ResponderEliminarQué interesante documentación. Siempre la humanidad ha encontrado solución a grandes problemas. Confiemos en que en estos tiempos de coronavirus suceda lo mismo y pronto nos podamos encontrar y compartir un penicillin
ResponderEliminar: )
ResponderEliminar